El automóvil español no representa el 25% del total de EE. UU.

En un contexto donde el comercio global se encuentra en constante evolución, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha tomado la iniciativa de implementar nuevos aranceles a nivel nacional, lo que él denomina el «Día de Liberación». Esta medida ha generado una serie de preocupaciones y sospechas sobre la validez y equidad de los aranceles impuestos, sugiriendo que varios países están utilizando tarifas que difieren considerablemente de las unilaterales de los Estados Unidos.

No se trata solo de una política aislada de EE.UU.; el término «mundo» se puede aplicar con precisión aquí. En efecto, todo un conjunto de naciones, incluyendo China, Europa, Taiwán, Vietnam, Japón, India, Suiza y Malasia, entre otros, están implicados en este nuevo marco de tarifas, lo que podría sumar hasta 200 países o regiones. Estos países se enfrentan a la necesidad de implementar nuevas tarifas de EE.UU. si desean comercializar sus productos en el territorio estadounidense.

Las tarifas se centran en una variedad de productos específicos, dado que, según Trump, su país se siente perjudicado en términos de comercio y producción. Cada nación exportadora se ve obligada a pagar un arancel del 10% por cada producto comercializado en territorio estadounidense, y también se establecen tarifas más elevadas en ciertos sectores.

Entre estas tarifas, sin duda la más severa es la del 25% aplicada a los automóviles, lo que ha suscitado un debate considerable sobre sus consecuencias.

Impacto en el Consumo

Los efectos directos de esta medida sobre los automóviles importados son, a primera vista, negativos para la industria automotriz estadounidense, que es una de las más significativas en la economía del país. Las repercusiones son algo que debe ser considerado con atención.

Por ejemplo, en España se especializan en la exportación de vehículos asequibles, pero la realidad es que no se están enviando modelos como el Mercedes Vito o la Ford Transit a Estados Unidos. Las relaciones comerciales con el país son prácticamente nulas, lo que convierte el aumento en tarifas sobre autos de EE.UU. en un asunto poco relevante para la economía española.

España se posiciona como el segundo mayor exportador de automóviles en la Unión Europea, con su principal mercado basado en las ventas dentro de la misma Unión o a países vecinos. Esto se convierte en un problema, dado que la situación se complica aún más cuando los fabricantes españoles no encuentran competitividad en el mercado estadounidense, especialmente en el contexto de la transición hacia la electrificación. Los automóviles eléctricos de menor tamaño representan un desafío para competir en ese territorio, como se evidenció cuando Fiat tuvo que discontinuar su modelo 500E en el mercado americano.

No obstante, esto no significa que España no sienta las repercusiones de estas agresivas políticas arancelarias.

El hecho de que EE.UU. implemente tarifas del 20% sobre la Unión Europea (más allá de autos, se incluyen productos del acero y aluminio), y un 34% a China, así como 32% a Taiwán, 46% a Vietnam o 24% a Japón, tendrá efectos en varios sectores, incluyendo automóviles, textiles y materias primas como el arroz.

Uno de los principales problemas radica en que Estados Unidos ha experimentado un movimiento constante durante décadas. Retornar toda la producción industrial al suelo estadounidense parece ser una tarea inalcanzable a corto plazo, lo cual resulta en un aumento de precios de los productos. Esto genera una pérdida del poder adquisitivo de los consumidores estadounidenses, algo que impacta en la economía como un todo.

En un entorno global donde la venta de automóviles dentro de EE.UU. disminuye, empresas como BMW, Mercedes o Volkswagen verán una merma en sus negocios. Según estimaciones de Goldman Sachs, se anticipa que los precios de los automóviles podrían incrementarse entre 5,000 y 15,000 dólares, dependiendo del tipo de vehículo y precio base.

Este encarecimiento en el costo de los vehículos afecta, a su vez, a los salarios, provocando que los empleados tengan menos recursos para gastar en otras áreas. Esto se suma a que la confianza del consumidor en EE.UU. ha visto una caída significativa desde 2021, tal como reporta Bloomberg.

En un contexto donde la economía podría estar encaminándose hacia una recesión, el sector automotriz es uno de los más vulnerables. Como bien sabemos, adquirir un automóvil es una de las inversiones más significativas que realizamos a lo largo de nuestra vida, apenas después de comprar una vivienda. En tiempos de crisis, las renovaciones tienden a extenderse y las ventas de automóviles disminuyen.

La crisis financiera de 2008, por ejemplo, provocó un profundo declive en la venta de autos. En aquel entonces, España regresó a niveles de producción del año 1997, con un descenso interanual del 12%. En 2006, el país vio la matriculación de alrededor de 1.6 millones de vehículos, mientras que en 2012 no se superó el millón de unidades nuevas.

Si bien no estamos en la misma situación precaria que antes de la crisis de 2008, es imposible ignorar la realidad de otros países, como Alemania. Este país se sitúa como el principal comprador de automóviles españoles, seguido de Francia, y tiene su economía significativamente sustentada en las exportaciones, siendo el primer productor europeo y el sexto a nivel mundial, con más de 4.1 millones de unidades exportadas comparadas con las 2.5 millones de España en el año anterior.

A día de hoy, Alemania se enfrenta a dos años consecutivos de recesión y las expectativas de crecimiento para 2025 son mínimas, siendo tan solo un 0.3%. Los cálculos realizados antes del anuncio de los nuevos aranceles reflejan un panorama sombrío. Francia, aunque experimentó un crecimiento del 1.1% el año pasado, ha visto bajar sus inversiones internas en un 6% lo cual también sugiere un consumo decreciente.

En medio de todo esto, hay un rayo de esperanza para España: una fuerte inclinación hacia la electromovilidad y la transformación del sector. A pesar de que el mercado de coches sigue siendo clave, los fabricantes europeos deberán tener un portafolio robusto de vehículos eléctricos para 2027, lo que podría resultar en precios más competitivos frente a los automóviles de combustibles fósiles.

En conclusión, es evidente que una economía en recesión o estancada afectará negativamente las ventas de vehículos, cuyos volúmenes dependen del 10% del PIB español.

Foto | La Casa Blanca y Volkswagen

En | Los aranceles de Trump causaron la gran debacle tecnológica en la bolsa de valores. Y sugirió una desaceleración con la inversión en IA