Rusia y Corea del Norte.

Recientemente, Donald Trump causó revuelo, o al menos parecía estar despertando la ira del público. El presidente expresó su frustración hacia Vladimir Putin, señalando las dificultades en las negociaciones para un alto el fuego en Ucrania. La aparente cercanía de un acuerdo inicial con el líder ruso, que incluso puede ser considerado responsable del conflicto, planteó una advertencia: se impusieron tarifas secundarias que podrían alcanzar hasta el 50% sobre el petróleo ruso. Después de la publicación de una lista casi universal de tarifas de Washington, únicamente nos faltan dos naciones en la lista: Rusia y Corea del Norte.

Una nueva era de tarificación para los aliados. Esta mañana se analizó la nueva fase en la guerra comercial que ha iniciado el presidente Donald Trump. Impuso tarifas altas a muchos de sus aliados y socios más cercanos, incluyendo a Japón (24%), Corea del Sur (25%), India (26%) y Taiwán (32%). También se observaron tarifarios aplicados a áreas remotas, como Tokelau, perteneciente a Nueva Zelanda, y Svalbard, en Noruega.

Sin embargo, parece que se han excluido de estas tarifas a naciones como Rusia, Corea del Norte, Bielorrusia, e incluso Irán. En este último caso, se aplica un impuesto de solo 10%, que es menos que el de Israel, que se sitúa en el 17% y es considerado su aliado histórico. Esto se inscribe dentro de una estrategia de Trump en su segundo mandato, la cual parece priorizar el castigo a países aliados y favorecer a rivales tradicionales de Estados Unidos.

Una justificación oficial. La Casa Blanca ha defendido su postura justificando la falta de aranceles a Moscú y a naciones como Cuba y Corea del Norte, argumentando que «estas naciones ya están tan sujetas a la alta presión que restringen su comercio con Estados Unidos». Sin embargo, datos recientes muestran que Rusia continúa manteniendo un intercambio comercial significativo a pesar de las sanciones impuestas. La verdad es que el comercio con Rusia no es nulo y no parece verse afectado considerablemente por las restricciones mencionadas.

Una relación privilegiada. Es crucial observar el contexto en relación a Rusia. Trump ha reafirmado su afinidad con el presidente Putin, transformando a Rusia en una especie de aliado a pesar de que el Kremlin no ha hecho cambios significativos en su agresión hacia Ucrania o en su hostilidad hacia Occidente. A pesar de la justificación de la Casa Blanca de que estos países ya están sujetos a sanciones, el comercio continúa operando en niveles que serían sorprendentes dada la narrativa oficial.

Por ejemplo, en 2024, el intercambio comercial con Rusia alcanzó un valor de 3.500 millones de dólares. Comparado con 2021, donde el comercio bilateral era de 35.000 millones de dólares, estas cifras muestran que aún existe comercio en áreas como la atención médica y los productos farmacéuticos desde Estados Unidos. Aunque Corea del Norte y Irán están sujetos a sanciones, aún tienen acceso a sectores como productos químicos y medicamentos, contrastantes con la severidad de las sanciones que se podrían anticipar. Sin embargo, Ucrania, enfrentándose a una guerra total, también verá un 10% de aranceles, lo que contradice la lógica de proteger a aliados estratégicos.

La relación con Rusia. Como se explicó en un análisis reciente por Axios, en la práctica, Estados Unidos comercia más con Rusia que con otros muchos países afectados por las nuevas tarifas, lo que pone en duda la justificación gubernamental. Karoline Leavitt, portavoz de la Casa Blanca, reafirmó que Rusia podría estar sujeta a «nuevas y más severas sanciones» en el futuro, especialmente después de que Trump hiciera declaraciones públicas sobre Putin en relación a Ucrania y amenazara con imponer tarifas secundarias al petróleo ruso.

Negociaciones en punto muerto. Rusia, por su parte, ha solicitado al gobierno de Trump el levantamiento parcial de sanciones como un preámbulo para avanzar en las negociaciones sobre el alto el fuego en Ucrania; lamentablemente, este proceso está casi paralizado. Mientras tanto, Trump parece haber optado por alinearse con aliados tradicionales y economías más pequeñas, reflejando un patrón en su política exterior que privilegia el castigo a los aliados y una sorprendente flexibilidad, o al menos contención, hacia sus opositores estratégicos.

El caso de Israel e Irán. Es interesante notar que Israel, que recientemente eliminó sus aranceles a los productos estadounidenses como un acto de buena voluntad, esperaba ser ayudado con su exclusión de las sanciones. Sin embargo, no solo Trump impuso un arancel del 17% a Israel, sino que también se aplica un modesto 10% a Irán, un país considerado enemigo tanto de los Estados Unidos como de Israel y calificado como «patrocinador» de grupos hostiles. Esto ha suscitado indignación en Tel Aviv y ha llevado a interpretaciones de que la política comercial de Trump no distingue entre amigos estratégicos y enemigos claros en su segundo mandato.

Un enfoque controvertido. Es evidente que la elección de ciertos países para ser incluidos y la exclusión de otros no es casual, lo que sugiere que la estrategia de Trump está generando confusión tanto entre aliados como entre expertos en política exterior. De esta manera, la administración parece estar endureciendo su tratamiento con socios históricos mientras lleva a cabo un enfoque más blando hacia sus rivales. Estas medidas son parte de un patrón más amplio que desafía las normas de las alianzas tradicionales.

El patrón evidente sugiere que Trump busca desestabilizar alianzas tradicionales en favor de relaciones más directas, incluso si estas últimas no se asientan sobre concesiones diplomáticas o comerciales, lo que complica la política exterior estadounidense en este contexto global cambiante.

Imagen | Oficina del Presidente de la Federación Rusa

En | Las víctimas más surrealistas de las tarifas estadounidenses: islas remotas, islas solo habitadas por pingüinos y una base secreta