La terminología relacionada con el mundo del vino incluye términos como cosecha, paternidad, reserva, gran reserva y CVC, que es un acrónimo de «conjunto de varias plantas». Esta denominación ha existido al menos desde 1974, como lo indican varias fuentes especializadas. En este contexto, es importante notar que la mayoría de las autoridades reguladoras, la industria y, por supuesto, los consumidores tienen sus propias percepciones sobre estas categorías.
¿Y entonces? ¿Por qué existe esta clasificación? Los estándares europeos dictaminan que hasta un 15% del vino puede ser introducido a partir de cosechas anteriores con el fin de «mejorar» el vino de la cosecha actual. De manera simplificada, el vino es el resultado de una rica mezcla de factores humanos, climáticos y geológicos que afectan cada botella. Así, cada botella no es únicamente el producto de un año específico, sino una continuación de un diálogo muy extenso entre el hombre y la naturaleza.
Según las prácticas comúnmente aceptadas, es visto como un signo negativo que una cosecha requiera más del 15% de vino de cosechas pasadas para enmendar su calidad. La implicación es que hay un problema subyacente importante que debe ser corregido.
Sin embargo, todo esto se reduce a prejuicios. En 2017, Marcos Eguren sorprendió al mercado al lanzar un CVC a un precio de 750 euros por botella. Esta noticia generó escándalo y controversia, impulsado por ideas preconcebidas. No obstante, el hecho de que la prestigiosa bodega Vega Sicilia continúe incrementando los precios de sus productos, como en el caso de su reserva especial, muestra que hay un valor legítimo detrás de lo que algunos podrían considerar una locura.
En un clima social donde los «vinos dobles» parecen florecer y donde los efectos del cambio climático afectan a las bodegas de las principales regiones vinícolas, se hace evidente que no se puede seguir produciendo con una lógica que parece anclada al pasado. La técnica de mezclar diferentes cosechas se ha utilizado para enmascarar vinos de baja calidad y convertirlos en productos extraordinarios, como es el caso emblemático de Rudy Kurniawan, el famoso falsificador de vinos.
Pero entonces, ¿por qué continuar con esta práctica?
La respuesta es, sin duda, compleja. Existen numerosas maneras de disfrutar del vino. Para gran parte de los consumidores, este no es solo un líquido con propiedades organolépticas excepcionales; es un medio para saborear la historia de una pequeña porción de la tierra en nuestro planeta. Cada sorbo está impregnado con sus desafíos, su estrés hídrico y la maravilla de un proceso como la fermentación.
Incluso en regiones vinícolas bien establecidas, como Jerez, donde la homogeneidad y calidad son altas, es posible lograr diferencias asombrosas que resalten lo especial de cada vino a lo largo de los siglos.
No obstante, la realidad es que la mayoría de los consumidores no está interesada en esta diversidad. El viaje enológico, climático y agronómico que recorren variedades como Rioja, Borgoña o Burdeos rara vez es apreciado. Muchos solo quieren que una copa de vino sea un placer inmediato, sin tener que esforzarse por encontrar el mejor vino posible dentro de su rango de precios deseado.
Estamos frente a una revolución que repercute en todo el sector. Es una tendencia generalizada: todos parecen apuntar hacia boutiques que ofrecen productos de pequeñas compañías, personales y de alta calidad, contrastando con las franquicias que producen artículos simples, homogéneos y altamente estandarizados. Este fenómeno no es exclusivo del vino; se ha observado también en sectores como el de las hamburguesas y las experiencias de gimnasio boutique. Nadie se sorprende ya con la popularidad de las hamburguesas gourmet o los gimnasios personalizados.
La cuestión que se plantea ahora es cómo esta revolución vinícola se desarrollará en un sector que se enfrenta a la dura realidad del cambio climático y la intensa competencia internacional.
Imagen | Klara Kulinova | Kevin Kelly
En | El vino más antiguo del mundo es «andaluz» y descansa 2,000 años. Sin embargo, la calidad de ese vino está aún por debatirse.