La calculadora de goma divisional se destacaba como la joya mecánica de Olivetti. Hoy en día, se ha convertido en un ícono del diseño moderno.

Antes de que una cirugía matemática fuese tan sencilla como interrogar a un asistente de voz o participar en un chat, las calculadoras constituyeron una herramienta indispensable en cada oficina y hogar. En épocas pasadas, mucho antes de que la marca Casio se convirtiera en un ícono de la tecnología portátil, existieron otros modelos que se asemejaban más a auténticas computadoras de escritorio: grandes, pesadas y mecánicamente fascinantes. Entre esos dispositivos, el Olivetti se destacaba como una joya de la ingeniería, fusionando una precisión técnica con un diseño industrial que evocaba el retrofuturismo, un contraste contra las máquinas que se tornaban obsoletas.

En este contexto, un nombre resplandecía con particular brillantez: Divisumma 26 GT.

Las calculadoras mecánicas han tenido su origen desde los siglos XVII y XVIII. La primera calculadora en realizar multiplicaciones data de esas épocas, pero fue en el siglo XX donde tuvo lugar una verdadera revolución en el diseño y funcionalidad. A inicios de ese siglo, los teclados se hicieron más sencillos y compactos, facilitando su uso, mientras que comenzaron a aparecer los primeros modelos eléctricos. En este periodo, Olivetti marcó su presencia con el lanzamiento de su primer modelo eléctrico, el Divisumma 14, en 1948, un dispositivo que podía realizar las cuatro operaciones matemáticas básicas, combinando un diseño distintivo con mecánicas asombrosas.

A doce años de ese notable lanzamiento, llegó el Divisumma 24, el cual representó una revolución significativa. Aunque su teclado mantenía la facilidad de uso, contaba con un sistema de totalización doble que permitía alternar entre dos cálculos sin perder datos. Este modelo, además, incorporaba memoria para la multiplicación, lo que hacía la experiencia de cálculo más robusta y compleja. Ver una de estas máquinas sin cortes industriales es, sin duda, un espectáculo admirado por muchos:

La Divisumma 26 GT, lanzada en 1967, se convirtió en el pináculo de la electrónica mecánica. Esta máquina no solo realizaba operaciones matemáticas básicas, sino que también tenía la capacidad de calcular potencias, lo que la diferenciaba notablemente de sus predecesoras. Este modelo contaba con un totalizador innovador que incluía dos memorias, permitiendo el almacenamiento de valores intermedios en cadenas de cálculos, lo que era una ventaja competitiva notable en su época.

El dispositivo era alimentado por un motor eléctrico que consumía 50 W, y su capacidad de almacenar valores no dependía de chips o memoria electrónica moderna, sino que utilizaba mecanismos puramente mecánicos. La complejidad de su interior era un verdadero espectáculo de ingeniería.

La automatización incorporada en el Divisumma 26 GT le permitió superar a modelos anteriores, ganándose un lugar preeminente en el ámbito de las calculadoras. A pesar de su peso, que fluctuaba entre 17 y 20 kilogramos dependiendo del modelo de carcasa, sus dimensiones de 28 x 25 x 50 cm lúcidamente revelaban un intrincado laberinto de componentes internos metálicos que ofrecían un deleite visual. Aunque no era el modelo más innovador del año, ya que en 1967 se lanzó el Logos 27-2, sus problemas de confiabilidad hicieron que el trabajo realizado por Teresio Gassino y Natal Capellaro en el ámbito mecánico del Divisumma 26 GT cobrara mayor relevancia.

El Divisumma 26 GT con la exhibición del alojamiento

Diseño excepcional. A nivel interno, el Divisumma 26 GT era una maravilla de la ingeniería, pero también lo era su estética exterior. En paralelo con el icónico Dieter Rams, el célebre diseñador y arquitecto austriaco Ettore Sottsass se sumó a la colaboración con Olivetti, comenzando a trabajar con la empresa italiana en 1958 y manteniendo su papel de consultor de diseño durante tres décadas.

En esos años, no solo aportó a la marca el ELEA 9003 de 1959 (una de las primeras computadoras electrónicas en Italia), sino también la conocida Olivetti San Valentín de 1969, que se convirtió en un símbolo del diseño industrial italiano. Asimismo, se desarrollaron varias calculadoras eléctricas de la empresa que combinaron estas excelentes propiedades mecánicas con un diseño exterior innovador y atractivo.

El Divisumma 26 GT también incorporaba el diseño de Sottsass, un elemento distintivo en el que la carcasa era translúcida, permitiendo apreciar su asombrosa mecánica y resistencia al paso del tiempo. Su estética modernista podría rivalizar con la de los productos de Braun, mientras que su diseño se mantuvo fresco e innovador, evitando caer en el desuso. Este nuevo modelo se basaba en los fundamentos del Divisumma 24, pero añadió llamativos colores naranja y líneas rectas que lo mantenían relevante.

Divisumma 18, cuyo diseño compacto se exhibe en MoMA junto a Divisumma 14

La llegada de la era electrónica. A finales de la década de 1960, los avances tecnológicos eran inminentes. Al начале de esos años, las calculadoras electrónicas empezaron a hacer su aparición, aunque eran voluminosas (como el Anita Mk VII, que utilizaba tubos de vacío y se lanzó en 1961) y poco prácticas para uso fuera de un escritorio. Sin embargo, comenzaron a surgir modelos más compactos, como el Sharp CS-10A, lanzado en 1964, que ya empleaba transistores y predecía el desplazamiento hacia la miniaturización. Mientras tanto, la Divisumma 26 GT representaba el último canto del cisne de las calculadoras mecánicas tradicionales.

Por otro lado, empresas como Sharp comenzaron a producir modelos compactos de baterías, como el QT-8B, mientras que Canon reveló su conocida Pocketronic. Texas Instruments fue pionera en la integración de tecnología en un solo chip, generando modelos más pequeños, asequibles y eficientes en cuanto al consumo energético. Este cambio hacia la tecnología electrónica provocó la inevitable despedida de las calculadoras mecánicas tradicionales, dejándolas en la sombra del pasado.

La perdurabilidad de un clásico… Hoy en día, asistimos a una ola de nostalgia en plataformas como Reddit, donde muchos usuarios manifiestan su aprecio por las calculadoras eléctricas Olivetti de antaño. Aunque su uso puede haberse limitado, hay quienes aseguran que estas máquinas siguen funcionando con la misma eficiencia que el primer día, siempre que se haya hecho un mantenimiento adecuado. El sonido característico de su funcionamiento, su diseño atemporal y su valor decorativo contribuyen a su encanto actual.

Al contemplar este clásico, me vienen a la mente los televisores CRT que utilizamos para jugar a las consolas retro. No es que extrañe esa calculadora en particular, especialmente cuando tuve una Casio como la de casi todos, pero al notar que esas calculadoras se estropean, se hace evidente que encontrar a alguien que pueda repararlas resulta complicado.

Es probable que llegue el día en que estas piezas solo sirvan como exhibiciones museísticas, pero a pesar de cualquier falla mecánica que puedan presentar, su diseño modernista seguramente seguirá siendo admirado.

Fotos | Museo della Scienza E Della Technology «Leonardo da Vinci» (2), museo Presente Hgrobe

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