El hambre y la sed se originan en el cerebro, y hemos descubierto que son las neuronas las que desempeñan un papel fundamental en este proceso.

La sensación de hambre y sed son experiencias fundamentales que nuestro cuerpo utiliza para recordarnos la importancia de consumir alimentos y líquidos para sobrevivir. Estas sensaciones no son solo simples recordatorios: son indicios de un sistema biológico mucho más intrincado y complicado de lo que podríamos imaginar inicialmente. A lo largo de la historia, la evolución ha perfeccionado estos mecanismos, y actualmente tenemos la capacidad de estudiarlos en profundidad.

La complejidad de estos procesos resulta tal que aún estamos en medio de investigaciones para desentrañar sus secretos.

Interpretar la señal. Recientemente, un nuevo estudio ha revelado información fascinante sobre cómo el cerebro interpreta las señales de necesidad de alimento y agua, y cómo estas señales se transforman en acciones concretas. Los investigadores incluso lograron desarrollar bebidas que fueron evitadas por ratones al alterar la estimulación de ciertas neuronas, lo que demuestra la complejidad del sistema de recompensa relacionado con la ingesta de alimentos y líquidos.

Generalista y especializado. El equipo de investigación logró identificar diferentes grupos de células cerebrales dentro de la amígdala, que desempeñan un papel crucial en la sensación de hambre y sed. Algunos de estos grupos de neuronas están especializados en una función específica, mientras que otros son más versátiles y pueden actuar en múltiples aspectos de la regulación emocional y el comportamiento relacionado con la alimentación. Esto llevó al hallazgo de un nuevo grupo denominado «neuronas sedentes» dentro de esta área cerebral importante.

Como mencionó Federica Fermani, la líder del estudio, «Cuando estimulamos estas neuronas, los ratones bebieron más, y cuando inhibimos su actividad, su consumo de agua disminuyó notablemente». También se identificó otro grupo de neuronas en la misma región de la amígdala que, aunque se asocia con la sed, también influye en la regulación del hambre, lo que revela la interconexión entre estas dos necesidades biológicas fundamentales.

Optogenética. El equipo de investigación utilizó herramientas avanzadas en sus experimentos, incluyendo la optogenética, que permite activar neuronas específicas a través de proteínas sensibles a la luz y láseres que permiten una manipulación precisa de la actividad neuronal. Esta técnica supone un avance significativo en la comprensión de cómo las neuronas influyen en el comportamiento y la toma de decisiones respecto a la alimentación.

El equipo combinó esta técnica optogenética con métodos de silenciados neuronales para estudiar cómo la ausencia de ciertas neuronas altera el comportamiento alimentario de los sujetos. Además, implementaron herramientas para monitorear la actividad de neuronas individuales en regiones cerebrales específicas, con el fin de mapear las complejas redes neuronales y sus conexiones funcionales.

Los hallazgos y la metodología de esta investigación fueron publicados en un artículo en la revista Comunicación Natural, donde los investigadores dieron a conocer los detalles de su valioso trabajo.

¿Y en humanos? Es esencial señalar que aunque los resultados obtenidos de los ratones ofrecen perspectivas interesantes, estos no siempre tienen un reflejo directo en los humanos. Sin embargo, los científicos destacan que la estructura de la amígdala es similar en ambas especies. Por lo tanto, los conocimientos adquiridos en este estudio podrían proporcionar pistas valiosas para entender cómo las emociones y las motivaciones afectan nuestros patrones de consumo, tanto en lo relacionado con la comida como con la bebida.

Más allá de los medios de vida. Los investigadores también se centraron en cómo estas neuronas impactan nuestro sentido del gusto y nuestras preferencias alimentarias. Comer y beber no son simplemente necesidades fisiológicas; también están intrínsecamente ligadas a nuestras experiencias sensoriales y ajustes emocionales, aunque a menudo estas preferencias no se entienden completamente.

Durante su análisis, el equipo estudió la conexión entre el deseo y la estimulación de neuronas en la región central de la amígdala, observando que la activación de estas neuronas podía cambiar drásticamente las preferencias alimenticias de los ratones, incluso haciendo que desestimaran sus elecciones previas.

Como sostienen los responsables de este estudio, comprender el papel de estas neuronas es fundamental para descifrar por qué algunas personas tienden a comer más o menos. Si logramos desentrañar la funcionalidad de estas neuronas, podríamos estar en una mejor posición para enfrentar problemas de salud relacionados con patrones alimentarios destructivos. Este conocimiento podría contribuir a diseñar intervenciones efectivas para regular la ingesta de alimentos y, en última instancia, mejorar la salud pública.

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Imagen | Fotografía de alimentos de Tukhfatullina/estilista / Lakshmiraman oza