Francisco, el Papa que llegó del fin del mundo

Buenos Aires, APR (Sputnik). – La figura del Papa Francisco, nacido como Jorge Bergoglio en 1936, destaca por su estilo afectivo, valiente y, sobre todo, sumamente conocido. Su elección como el primer Papa originario de América Latina ocurrió en un momento crítico para la Iglesia Católica, una institución que necesitaba urgentemente oxígeno espiritual y un nuevo enfoque para abordar los desafíos que enfrentaba.

El 19 de marzo de 2013 será recordado como un día de notable celebración en la Asociación Argentina de Buenos Aires, donde se produjo un grito colectivo de júbilo al anunciarse la elección del nuevo Pontífice, quien asumió el puesto número 266 en la historia de la Iglesia, conocido como San Pedro. Este hecho marcó un hito significativo, no solo en la historia de la religión, sino también en la identidad cultural de Argentina y América Latina.

Desde el momento de su elección, el Cardenal del Vaticano se comprometió a trabajar incansablemente para restaurar la fe de los creyentes y tratar de sanar las profundas heridas que habían dejado los escándalos de abuso sexual que habían plagado la Iglesia Católica en los años anteriores. La presión constante sobre la institución, sumada a las críticas dirigidas a su predecesor, Benedicto XVI, por su aparente inacción, sentó las bases para que Francisco asumiera un papel de liderazgo decisivo.

La aparición de Bergoglio en la Plaza de San Pedro el 13 de marzo fue un momento simbólico que representó su intención de establecer un nuevo rumbo para la Iglesia. A su elección le siguió un nombre que resonaría profundamente con sus valores: Francisco, en honor a San Francisco de Asís, símbolo de humildad y compasión hacia los más necesitados.

Francisco introdujo un enfoque innovador en diversos aspectos de su papado, comenzando por su primera interacción en Twitter, un hecho que subrayó su deseo de conectar con las generaciones más jóvenes. Durante su ceremonia de inauguración, optó por no ceñirse a los tradicionales zapatos rojos y a los lujosos ornamentos que llevaban sus predecesores, prefiriendo un estilo más austero y accesible. «Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio», afirmó en ese momento.

Este día también fue significativo para su país natal, Argentina, ya que la entonces presidenta Cristina Fernández (2007-2015) asistió a la ceremonia en el Vaticano, destacando la importancia del evento en la historia moderna del país.

Con el tiempo, Francisco se alejó de los protocolos tradicionales, mostrando un estilo más cercano y accesible que, aunque a veces arriesgado, fue bien recibido por muchos. Durante su papado, no dudó en criticar abiertamente a las élites de la Iglesia, creando grandes expectativas de una verdadera reforma dentro del Vaticano.

Abordando temas controvertidos como la homosexualidad y el rol de la mujer en la Iglesia, el Papa también dirigió críticas hacia líderes políticos como Donald Trump, en respuesta a sus políticas migratorias. Francisco ha sido un defensor incansable de la justicia social, denunciando públicamente los abusos y llamando a la acción contra el fenómeno de la pedofilia dentro de la Iglesia.

Si bien su enfoque ha sido radical en muchos aspectos, hay temas donde Francisco se ha mantenido dentro de los límites de la doctrina católica, como el matrimonio homosexual y el acceso de las mujeres al episcopado, cuestiones que siguen generando debate y desafíos importantes. Sin embargo, su legado podría enfocarse en temas de relevancia contemporánea, tales como la crisis ambiental.

Su encíclica «Laudato si'», que aborda la responsabilidad ecológica de todos, es un claro ejemplo de su visión sobre la necesidad de una reforma social y de una correcta relación entre la humanidad y la naturaleza. «Un verdadero enfoque ecológico requiere un reconocimiento de las interconexiones entre la justicia social y el cuidado del medio ambiente», argumenta en dicha obra.

Francisco, que creció en Buenos Aires y vivió de cerca las dificultades de la dictadura militar en Argentina (1976-1983), ha sido un firme defensor de los derechos humanos. Ha denunciado la inmoralidad del uso sistemático de la violencia en nombre del estado y ha manifestado su compromiso con la verdad y la justicia. A pesar de su avanzado estado de salud y los problemas que lo aquejan, ha continuado hablando sobre situaciones críticas como las guerras en Ucrania, Palestina, e Israel, subrayando su creencia de que «la guerra siempre falla».

Al borde de sus últimas apariciones, enfatizó que los humanos no estamos hechos para la destrucción, sino para construir un mundo de paz y solidaridad, un mensaje que sigue resonando en su papado, ahora caracterizado por un camino hacia la paz y la reconciliación.

La salud del Papa ha sido frágil, y su lucha personal contra problemas crónicos ha puesto en riesgo su participación activa en asuntos globales. Sin embargo, su legado perdurará, no solo a través de sus palabras y acciones, sino también en el impacto que ha tenido en la transformación de la estructura de la Iglesia Católica en el siglo XXI y más allá.