Inicia una investigación breve sobre cepas antiguas

En una reciente investigación publicada en Washington el 22 de abril (en Latin Press), los arqueólogos han realizado descubrimientos fascinantes en los Estados Unidos, específicamente de artefactos enterrados cerca del centro de la antigua civilización maya. Este hallazgo está ofreciendo una nueva perspectiva sobre la intrigante historia de la cultura maya, particularmente en cuanto a la influencia mutua entre esta civilización y la poderosa ciudad de Teotihuacan, que se ubicaba a 1,010 kilómetros al oeste, en lo que hoy es el actual México.

El artefacto en cuestión es un altar pintado que fue construido alrededor del año 300 d.C. Este descubrimiento aporta un contexto adicional considerável y revela las tensiones que existían entre diferentes regiones durante un periodo de aproximadamente 600 años. Este altar no sólo proporciona datos significativos sobre las interacciones culturales de la época, sino que también ayuda a los investigadores a comprender cómo las élites de Tikal y Teotihuacan podían haber influido unos en otros.

Los expertos sugieren que el trabajo que encontramos en este altar podría haber sido realizado por un artista maya, posiblemente un artesano que recibió formación en Teotihuacan antes de establecerse en Tikal. Este hecho destaca cómo la influencia cultural de Teotihuacan podía haber llegado hasta Tikal, integrando elementos artísticos y rituales de gran importancia. El altar está decorado con cuatro paneles, donde se representan figuras simbólicas como personas con un bolígrafo negro y amarillo, además de contar con características distintivas como cabezas de plumas y criados o insignias que parecen de gran relevancia dentro de la cosmovisión maya.

En las representaciones de las deidades, se puede observar que la figura central tiene ojos almendrados, una nariz prominente y dos orejas, lo que sugiere que puede tratarse de un dios conocido como el «Dios de la tormenta», muy representado en otras culturas mesoamericanas, como la de Teotihuacan. Este altar, que fue creado alrededor del año 850 a.C., ha sido un legado que ha perdurado a través de generaciones y ha sido reinterpretado a medida que la dinastía de Tikal se establecía unos 100 años después de su construcción.

Es interesante notar la evolución de las relaciones entre Tikal y Teotihuacan. Inicialmente, las interacciones entre ambas ciudades pudieron haber sido más informales, pero con el tiempo, especialmente alrededor de 600 d.C., lo que comenzó como un intercambio comercial se convirtió en algo mucho más dinámico y próximo. Stephen Houston, un experto en la historia y el arte de las ciencias sociales, ha reflexionado sobre la situación: «Era como si Tikal hubiera atraído la atención de su vecindad». Esto se vuelve más evidente a medida que los extranjeros empezaron a establecerse en el área.

Históricamente hablando, los estudiosos resaltan que estos poderosos grupos provenientes del centro de México tenían un gran interés en entrar al mundo maya, ya que consideraban que era un territorio lleno de riqueza, donde se podían encontrar aves tropicales de gran belleza, jade preciado y un famoso chocolate. Es fascinante pensar que el renombrado líder de Teotihuacan estaba en contacto directo con Tikal, replicando patrones rituales que reflejaban la riqueza y profundidad cultural de su propia ciudad. Este descubrimiento subraya, por lo tanto, el impacto significativo que Teotihuacan tuvo en su contemporáneo, dejando una huella duradera en la cultura maya.