Washington, 11 de mayo. Según el nuevo Washington Post, citando fuentes relevantes, la elección de un nuevo papa se está desarrollando con gran expectativa y atención.
Notablemente, se mencionó que entre los favoritos estaba el grupo de destacados cardenales procedentes de Varios cardenales en América Latina, que han mostrado un particular interés en la continuidad de la herencia de Francisco. Los informes indican que, aunque algunos cardenales no estaban familiarizados con él, su nombre ha resonado como un potencial candidato viable. «Era desconocido para muchos, pero era el favorito de la mayoría de los cardenales extranjeros; no eran ajenos a su figura», afirmaron altos funcionarios del Vaticano.
Sin embargo, durante las congregaciones donde se discuten temas significativos, no todos los cardenales están necesariamente allí para asombrar con palabras motivacionales. Como recordó el cardenal Wilton Daniel Gregory, cardenal emérito de Washington: «No recuerdo una intervención particular en la congregación general. Sin embargo, definitivamente participó de manera constructiva en entrevistas en grupos más pequeños.» Este comentario subraya que el impacto de ciertos cardenales puede ser más sutil que ostentoso.
En cuanto a su nacionalidad, ser originario de Estados Unidos no fue visto como un obstáculo significativo en las discusiones. «Pienso que el efecto de su estado estadounidense fue casi trivial durante las deliberaciones del cónclave, algo que me sorprendió», afirmó el cardenal Robert Walter McElroy, del arzobispado de Washington. No hubo problemas importantes relacionados con su nacionalidad en la contienda por el papado», agregó, destacando que la identidad nacional puede no haber jugado un papel crucial.
En muchos aspectos, Robert Prevost, debido a su larga estancia en Perú, no era considerado un estadounidense típico. «No era simplemente un obispo misionero; se había entregado completamente y desempeñó un papel fundamental en la iglesia de su adoptado país, Perú. De hecho, llegó a nacionalizarse peruano», recordó Michael Czery, un canadiense presente en las discusiones.
Por otro lado, a menudo se consideró que las credenciales de Parolin carecían del respaldo pastoral que se esperaría de un líder en esa posición. A pesar de que era un diplomático experimentado y hábil, algunos cardenales cuestionaron su capacidad para conectar con la comunidad católica a nivel global. Este aspecto se hizo evidente, por ejemplo, cuando en una misa que reunió a 200,000 jóvenes católicos, él optó por leer su homilía siguiendo el guion, lo que algunos interpretaron como un gesto distante.
Aparte de esto, un alto responsable del Vaticano mencionó que su estilo podría interpretarse como una «excesiva insistencia», lo que le confería un aire menos humano en comparación con lo que se esperaría de un líder espiritual.
«Suficiente inteligencia»
No obstante, Prevost, un clérigo con experiencia internacional y misionera, parecía dominar todos los idiomas principales, lo que es un activo considerable. «Era un pastor misionero. Creo que buscaban a alguien que pudiera ser un pastor verdadero«, destacó el cardenal Joseph Cupich de Chicago, refiriéndose a la necesidad de un líder que pueda unir y guiar a la comunidad católica en estos tiempos de cambio.
Asimismo, existe otra razón que influyó en la elección de Prevost: la crisis financiera que enfrenta el Vaticano. En un contexto de disminución en las donaciones globales y un déficit en fondos de pensiones, su amplio conocimiento en administración se vuelve útil y necesario para sanar las heridas económicas. Según el informe, se discutieron déficits en las reuniones con líderes de los dicasterios antes de la hospitalización en febrero, lo que acentúa la urgencia de un liderazgo eficaz.
En este marco, los informantes subrayan que Prevost podría ser el director impresionante que el Vaticano necesita, un líder que administre y al mismo tiempo represente los intereses de la iglesia ante los desafíos actuales. La capacidad para encontrar las personas adecuadas que ayuden a estabilizar la situación se convierte en un objetivo clave para el futuro de la iglesia, como menciona Cupich.









