A lo largo de la historia de la humanidad, la menopausia ha sido un fenómeno inevitable en la vida de las mujeres. Este proceso, aunque muchas veces más fácil de observar por aquellos que no lo viven, ha sido motivo de sufrimiento para muchas. Sin embargo, en las últimas décadas hemos avanzado significativamente en nuestra comprensión de la salud reproductiva femenina. Este conocimiento ha abierto nuevas posibilidades que antes parecían inimaginables, como la posibilidad de retrasar e incluso evitar la menopausia por completo.
Para abordar un tema como este, el primer paso crucial es lograr entenderlo. Quizás no esté de más aclarar esta cuestión en particular. Menopausia es la etapa que señala el final de la vida reproductiva de las mujeres, pero definirla solo de esta manera sería reducir su complejidad. Este proceso lleva consigo una serie de cambios significativos que exceden simplemente el término de las menstruaciones.
La menopausia generalmente se presenta entre los 45 y 55 años, marcando el fin del período fértil en la vida de las mujeres. La transición que precede a la menopausia se conoce como «perimenopausia», y este periodo de transición puede extenderse durante varios años, caracterizándose por fluctuaciones hormonales y cambios en el ciclo menstrual.
Durante la perimenopausia, las mujeres experimentan variaciones en la duración de sus ciclos menstruales, que pueden volverse más cortos o más largos. Además, los niveles de estrógeno y progesterona comienzan a descender, lo que puede impactar de manera significativa en la calidad de vida. Según un artículo de National Geographic, Zev Williams, director del Centro de Fertilidad de la Universidad de Columbia, explica que los ovarios aceleran su envejecimiento, con una notable disminución en su función que inicia alrededor de los 30 años.
La menopausia no sólo se asocia con cambios internos; también tiene un impacto tangible en aquellos que experimentan esta etapa. Los sofocos son un síntoma notable y muy común, aunque los síntomas pueden variar considerablemente. La lista de síntomas incluye irregularidades en el ciclo menstrual, palpitaciones, sudores nocturnos, cambios en la temperatura de la piel, insomnio, así como molestias vaginales que podrían resultar en dolor durante las relaciones sexuales y un aumento en la frecuencia de infecciones urinarias.
Curiosamente, la menopausia no es común en el reino animal; pocas especies alcanzan esta fase final de su capacidad reproductiva, lo que ha fascinado a los expertos durante años. ¿Podría tener una base evolutiva? Aún no hay una respuesta clara, lo que ha dado lugar a diversas hipótesis para entender este fenómeno.
Una de estas teorías es la hipótesis de la abuela, que postula que las mujeres que superan la etapa reproductiva pueden contribuir al cuidado de su descendencia, lo que les permite ayudar a sus hijos criando a sus nietos. Esto representa una ventaja evolutiva y social para la especie.
No obstante, hay quienes argumentan que la menopausia no es tanto una característica evolutiva, sino un resultado de nuestra creciente esperanza de vida. Si bien los hombres también tienen una esperanza de vida relativamente larga, es importante considerar que a lo largo de la historia, las mujeres que vivieron mucho más allá de su fase reproductiva no eran la norma.
Es cierto que la esperanza de vida ha cambiado drásticamente, pero el tiempo vivido en general también ha tenido un impacto. Por ejemplo, en la década de 1840, la esperanza de vida de una persona era aproximadamente 37 años, mientras que a inicios del siglo XX había superado los 50, y ahora, en muchos países, está cerca de los 80.
Terminar con la menopausia
Al nacer, las células del óvulo que posibilitan futuras generaciones ya residen en los ovarios. Se podría pensar que sería insólito vivir con el número de óvulos con los que una mujer nace, ya que este total es finito y, a su vez, se espera que se traduzca en un número limitado de ciclos menstruales. Sin embargo, las estadísticas indican que al nacer, la cifra de óvulos está entre uno y dos millones, y se estima que al llegar a la pubertad, quedarán unos 300,000.
La menopausia no es simplemente consecuencia del agotamiento de estas células; más bien, se relaciona con el envejecimiento de los órganos responsables de la funcionalidad ovárica. La posibilidad de retrasar este proceso de envejecimiento conlleva la opción de extender la vida reproductiva de las mujeres.
Una técnica interesante en este contexto es la congelación de tejido ovárico. Este procedimiento ha sido desarrollado para facilitar la extracción de óvulos en mujeres que son diagnosticadas con cáncer y que desean preservar su fertilidad tras tratamientos agresivos.
Esta tecnología, aún en fase experimental, implica la extracción de tejido ovárico, su congelamiento, y posterior reimplante, lo que podría ser un paso clave para retrasar el proceso de menopausia. Sus desarrolladores sostienen que si el tejido se reactiva, podría ser posible realizar implantes en múltiples ocasiones, prolongando así la edad fértil de quienes opten por este tratamiento. Además, un estudio publicado el año pasado en el American Journal of Obstetrics & Gynecology arrojó resultados alentadores sobre esta técnica.
Por otro lado, la rapamicina es una sustancia que podría ayudarnos a retrasar la menopausia sin la necesidad de recurrir a cirugía. Esta es una droga bien conocida, derivada de una bacteria, Streptomyces hygroscopicus, que se ha usado anteriormente por sus propiedades inmunosupresoras y anti-proliferativas.
Recientemente, un equipo de investigación liderado por Williams, ha comenzado un ensayo clínico para evaluar la eficacia de esta droga, enfocándose en su relación con un mecanismo celular conocido como mTOR, que está vinculado al proceso de envejecimiento. Los resultados preliminares han generado optimismo, aunque la investigación todavía está en sus primeras etapas.
Si nos preguntamos con frecuencia si existen maneras de intervenir, también debemos cuestionar si es realmente beneficioso hacerlo. La razón detrás de esta búsqueda puede ser tan simple como mejorar la calidad de vida de las mujeres que atraviesan esta etapa, cuyos síntomas podrían «secuestrar» su bienestar cotidiano y causar complicaciones, afectando la calidad de vida en general. Pero hay razones más profundas.
Al explorar el retraso de la menopausia, podemos motivar una comprensión más amplia del fenómeno, lo cual podría conducir a tratamientos que resuelvan problemas indirectamente relacionados. Por ejemplo, se ha sugerido que la aparición tardía de la menopausia se asocia con menor pérdida ósea y un riesgo reducido de enfermedades cardiovasculares y demencia en edad avanzada, beneficiando así a la calidad de vida de la población mayor.
En términos generales, las sociedades actuales suelen retrasar la edad en que las mujeres tienen hijos, creando tensiones que van más allá de la dificultad de concebir a una edad avanzada. Los embarazos tardíos llevan consigo riesgos adicionales que son diferentes a los asociados con edades más tempranas. Tal vez, los avances en el campo del manejo de la menopausia puedan ayudar a mitigar algunos de esos riesgos, asegurando un camino más seguro para las generaciones futuras.
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Imagen | Cottonbro Studio / Nadezhda Moryak









