Hemos pasado del diagnóstico médico a la introducción de etiquetas virales – Diario cr

Las redes sociales han cambiado la forma en que entendemos, compartimos y tememos sobre nuestra salud. En este ecosistema acelerado, ciertas expresiones que han surgido dentro de la academia –o en sus márgenes– se están propagando a una velocidad asombrosa. Todos hemos escuchado términos como microplásticos, cortisol y, más recientemente, disruptores endocrinos. Los fríos términos técnicos que aún arden en TikTok e Instagram se convirtieron en explicaciones universales de los síntomas difusos. Así dejan de ser un término biomédico y se convierten en algo más: una etiqueta de identidad, una causa, un refugio ante la incertidumbre.

De la palabra científica a Hashtag viral. El fenómeno no es nuevo. De vez en cuando, una palabra de la jerga médica se cuela en el discurso cotidiano, reforzada por vídeos cortos y narrativas emocionales. De hecho, recientemente el gobierno chino ha comenzado a regular a los influencers que hablan de salud, exigen certificados o bloquean terminología inexacta. La medida ilustra el poder de estos términos: ya no permanecen en el laboratorio, sino que impregnan la cultura popular.

Como se explica la psicóloga Alejandra de Pedro a Las plataformas «expanden conceptos no sólo porque son nuevos, sino porque te mantienen dentro». En TikTok comenta: Cuando alguien escribe “disruptor endocrino” en los comentarios, la aplicación lo resalta en azul para invitar a una búsqueda. «Y a partir de ahí acabas en una avalancha de vídeos sobre este tema. La plataforma quiere que dediques más tiempo, no que aprendas más», subraya. Además, la lógica del algoritmo se mezcla con la de los humanos: curiosidad, miedo, deseo de control. Según el psicólogo, Sergio Traver también fue consultadoLa viralización se explica por dos factores simultáneos: la novedad (“llama la atención”) y la simplificación (“Si además resuelve un problema, nos impacta más”).

Diversos estudios confirman que la difusión de información sanitaria falsa o simplificada en las redes es elevada. Una revisión sistemática encontré los temas más virales Entre ellos se incluían vacunas, enfermedades crónicas y dietas, y la difusión de información errónea alcanzó hasta el 87% en algunos casos. Cuanto más “creíble” parezca un contenido (y cuanto menos daño parezca causar), mayor será su distribución.

¿Palabras virales o autoridad? Las palabras virales no son etiquetas inofensivas, funcionan como símbolos: evocan autoridad (suenan científicas), ofrecen explicaciones (aunque simplificadas) y generan comunidad. Traver señala que el sistema de creencias es clave: los términos biomédicos tienen un mayor impacto porque “aceptamos” el sistema médico como legítimo. De Pedro añade que hay un componente de «autoridad prestada»: cuando digo «disruptor endocrino» suena técnico y vago, el usuario normalmente no cuestiona la fuente.

Por ello, un término de salud viralizado puede convertirse en una especie de refugio lingüístico, una fórmula para Nombra lo que nos preocupa sin tener que entrar en matices. En tiempos de incertidumbre -pandemia, crisis climática, saturación de información- estos términos funcionan como amuletos: le dan un nombre al miedo, lo hacen compartible, Crear comunidad: “Yo también lo sé”, “Yo me cuido”. Traver señala que compartir estos términos puede ser afirmativo (“Me identifico con esto”), y De Pedro habla de la búsqueda de identidad/pertenencia que se produce en el fondo.

La función social del término. En un mundo donde el miedo a lo desconocido es grande (pospandemia, mediatización de la salud, crisis ecológica), estos términos ofrecen algo que muchos demandan: respuestas rápidas, etiquetas que eliminen la ambigüedad, comunidad. De Pedro lo describe de esta manera: «Si alguien está angustiado y le digo que todo es culpa de los ‘traumas’ (sin explicarle exactamente qué es eso), puedo darle una pseudoexplicación… Usar un término de moda en salud te da una sensación de control, de saber algo que otros no sabían». Traver se suma a esto señalando que “cuando alguien menciona los microplásticos, recordamos la noticia que tiene que ver con el cáncer… Estos términos crean una red de asociaciones que despiertan miedo, y estas emociones se han relacionado con reacciones más rápidas y búsqueda de información”.

Y ahí radica el quid de la cuestión: las emociones –el miedo, la indignación, el malestar– no son la culpa, son el combustible. Estudios recientes demuestran que los rumores sobre salud son falsos se propagan más rápido como información verdadera si transmite emociones fuertes (por ejemplo, condena, indignación) que apelen a la moralidad. Más allá de eso, entra en juego Sesgo de confirmación: Tendemos a creer primero lo que se ajusta a nuestras ideas previas. De esta forma, el usuario busca y comparte sólo aquello que fortalece su visión del mundo, cerrando así el círculo de la viralización.

Viralización versus veracidad. El problema surge cuando la simplificación se convierte en distorsión. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió del peligro Infodemia: la sobreabundancia de información, correcta o no, que confunde más de lo que orienta. Las revisiones científicas, como las publicadas en Promoción de la Salud Internacional Y MÁS UNOEstamos de acuerdo en que las redes sociales son un terreno fértil para la difusión de información errónea sobre la salud, especialmente cuando se abordan las emociones en lugar de la evidencia.

Traver lo resume de esta manera: «Los conceptos técnicos rara vez explican el por qué de algo, simplemente delinean probabilidades. Pero en las redes se convierten en certezas cerradas». Y añade De Pedro: «Se crea una falsa ilusión de conocimiento. La gente cree entender lo que no entiende y empieza a desconfiar de los expertos». El resultado es un escenario en el que los miedos alimentan la búsqueda de explicaciones y las redes ofrecen respuestas rápidas e inexactas.

Y los influencers están llegando. La difusión de estos términos no es una coincidencia. Las plataformas valoran la conexión, el compromiso y la conexión emocional. El ascenso de Influencers La salud ha multiplicado este fenómeno. Algunos realizan un riguroso trabajo de relaciones públicas; otros, no tanto. “El problema está en quienes lo establecen compartir a la evidencia científica”, advierte Sergio Traver.

Los estudios confirman que el contenido falso o viral se propaga más fácilmente cuando evoca emociones morales, parece creíble y no es demasiado dañino. un estudio publicado en la naturaleza muestra que las publicaciones virales pueden cambiar significativamente el comportamiento de los usuarios a corto y largo plazo. En definitiva, la viralización de la salud funciona en la intersección de cuatro elementos: término técnico, emoción, algoritmo y audiencia vulnerable. Un cóctel es muy difícil de controlar.

Lo que está en juego. La consecuencia más preocupante no es sólo la confusión sino también la desconfianza. De Pedro advierte que el exceso de información La simplificación socava la credibilidad de los profesionales: «Algunos pacientes creen que saben más que sus médicos porque vieron un vídeo que lo explica ‘simplemente’. Y eso alimenta la arrogancia informativa y el desacuerdo».

A nivel social, existe un doble riesgo: por un lado, se utilizan “palabras con marcadores de posición” (trauma, miedo, hormona, disruptor) como diagnóstico global; Por otro lado, se están difundiendo tratamientos alternativos sin evidencia. “En el mejor de los casos son inofensivos, en el peor son perjudiciales”, advierte.

Una responsabilidad compartida. No se trata sólo de “lo que es valioso” o “lo que no es valioso”, sino más bien de una oportunidad para una mejor comunicación sobre la salud. Los creadores de contenido deben tener en cuenta el lenguaje, evitar simplificaciones excesivas y advertir sobre las limitaciones: Traver recomienda «consulte fuentes confiables e información verificada». Los consumidores necesitan desarrollar una mente crítica: como dice Pedro: “No consumas pasivamente, sino pregunta quién habla, cómo lo cuenta y qué evidencia hay detrás de ello”.

Las plataformas y los medios tienen la responsabilidad de priorizar no sólo el compromiso, sino también la integridad, la claridad y la calidad. Y los comunicadores de salud deben aceptar que vivimos en un ecosistema de consumo rápido, pero sin sacrificar la precisión. Como señala Pedro, «si soy completamente riguroso, puedo perder audiencia; si soy demasiado simplista, perderé credibilidad». Entre el miedo y la curiosidad, la salud requiere algo tan no viral como el pensamiento crítico.

Imagen | desempaquetar

| La mayor colección de deformidades de España está a punto de cerrarse. ¿La razón? 23.000€