

La productividad ha sido profundamente integrada en la ideología contemporánea, donde se considera un indicador esencial de éxito: «Si eres extremadamente productivo, triunfarás en el trabajo». Sin embargo, esta percepción puede resultar en una verdadera espada de doble filo, que conlleva el riesgo de caer en una trampa silenciosa conocida como Dismorfia de productividad. Este término se refiere a la sensación persistente de que los propios esfuerzos nunca son suficientes, y que, a pesar de trabajar sin descanso, nunca se alcanza el nivel deseado de éxito.
Este fenómeno, que se ha vuelto cada vez más común, puede conllevar serias consecuencias sobre nuestro bienestar emocional y físico. La dismorfia de productividad se ve intensificada por la cultura de la hiperproductividad, donde la presión social y la comparación constante a través de las redes sociales alimentan la idea de que siempre se debe estar produciendo más. Esta mentalidad puede llevar a una frustrante búsqueda de satisfacción que rara vez se logra, resultando en sacrificios de tiempo libre y de salud mental.
¿Qué es la dismorfia de productividad?
La dismorfia de la productividad no está reconocida formalmente como una patología en los manuales de diagnóstico, sino que es parte de un autodiagnóstico propuesto por la escritora y periodista de productividad Anna Codrea-Rado, quien analizó su dificultad para reconocer los éxitos profesionales.
El concepto se originó cuando Codrea-Rado leyó las memorias de OTEGHA UWAGBA, tituladas ‘Tenemos que hablar de dinero‘, donde se describe la relación con el dinero como dinero morfo. A ella le sucedía algo similar respecto a su productividad, escribiendo que es posible sentir que nunca se tiene suficiente productividad, a pesar de la realidad. «Es posible no tener suficiente y actuar en consecuencia, incluso si se tiene», señaló Uwagba en su obra.
La dismorfia de productividad implica una percepción distorsionada de nuestra propia productividad. Las personas que experimentan esto sienten que nunca hacen lo suficiente, sin importar cuánto tiempo dediquen al trabajo o cuántos logros alcancen. Esta sensación de insuficiencia puede desencadenar un ciclo de exceso de trabajo, agotamiento físico y mental, así como provocar problemas como estrés crónico, depresión, ansiedad y una baja autoestima.
Tras publicar su análisis en Business Insider, Codrea-Rado afirmó que la dismorfia de productividad puede ser ocasionada por estándares personales extremadamente altos y por el perfeccionismo.
Según investigaciones presentadas en la Conferencia Internacional sobre Psicología Social y la constante presión social en las redes puede crear una distorsión en la percepción de nuestro trabajo y exacerbar el «síndrome del impostor», llevando a una forma de productividad nociva.
Síntomas y desencadenantes
Los sintomas de la dismorfia de productividad pueden variar, pero están intrínsecamente relacionados con la autoestima. Es común sentir un constante miedo o culpa por no estar trabajando, lo que complica la habilidad para disfrutar del tiempo libre sin una sensación de culpa, ya que siempre parece haber algo más importante que hacer en ese momento.
Asimismo, la comparación continua con los demás representa otro signo significativo. La exposición a imágenes idealizadas en las redes sociales, junto con un perfeccionismo mal manejado, puede llevar a una sensación de agotamiento o incluso el síndrome de «quemado», como se ha evidenciado en un meta-análisis realizado por científicos de universidades en el Reino Unido.
Este estado constante de actividad insalubre inevitablemente lleva a situaciones de agotamiento, tanto físico como mental, que se manifiestan en serios problemas de salud mental y la fatiga crónica.
Entre los principales desencadenantes de la dismorfia de productividad se encuentran la presión del entorno laboral, las expectativas personales que establecen objetivos irreales, y la influencia prolongada de la cultura de la hiperproducción, que son algunas de las consecuencias más relevantes.
Estrategias para combatir la dismorfia de productividad
Afortunadamente, existen estrategias que pueden ayudar a evitar caer en la dismorfia de la productividad y así prevenir el agotamiento. Una de las más eficaces consiste en establecer límites claros entre el tiempo de trabajo y el tiempo personal, asegurándose de respetar ambas áreas.
Esto significa que es fundamental dedicar tiempo a actividades sociales, familiares y de ocio que permitan el equilibrio con los objetivos laborales. Si es necesario, se debe programar ese tiempo libre con la misma dedicación que se le daría a una reunión o a otra obligación profesional.
Además, es esencial reconocer y celebrar los logros profesionales. Valorar lo que se ha alcanzado y contribuir a ello puede fortalecer la autoestima y provocar una mayor sensación de felicidad y satisfacción personal.
Según la psicóloga Jacinta M. Jiménez, «Los logros o experiencias significativas pueden mejorar el estado de ánimo de manera temporal, pero sus efectos tienden a ser bastante efímeros».
Practicar la autocompasión resulta igualmente crucial. Si nos tratamos con amabilidad y aceptamos que no somos capaces de hacerlo todo, podemos abordar las situaciones sin experimentar esa carga de culpa que a menudo se presenta. Investigadores de la Universidad de Michigan han descubierto que la forma en que hablamos con nosotros mismos cuando enfrentamos emociones negativas o situaciones desafiantes puede mejorar nuestra capacidad para regular esas emociones.
También se recomienda minimizar la exposición a las comparaciones poco realistas en las redes sociales y los números tóxicos, enfocándose en metas y objetivos que sean más alcanzables y realistas.
Es importante señalar que la dismorfia de productividad no es un término médico, sino que es una manifestación de productividad tóxica relacionada con la distorsión de la realidad de nuestros esfuerzos, y puede conducir a problemas de salud mental como la depresión o la ansiedad, que requieren atención profesional.
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