En 1966, Estados Unidos transformó una isla en una zona secreta. Las imágenes de satélite han revelado que la artillería continúa activa allí.

La historia de Diego García se remonta a la década de 1960. En aquel entonces, la isla, ubicada en el océano Índico y a medio camino entre la costa de África y las Islas de Indonesia, fue colonizada por los ingleses como parte del contrato de París firmado tras la derrota de Napoleón en 1814. Este pequeño pero estratégico enclave se ha mantenido en el centro de los acontecimientos militares y geopolíticos desde entonces, convirtiéndose en un punto focal del interés estadounidense en la región.

Desde su ocupación, poco se ha revelado sobre las operaciones que se llevan a cabo en la isla. Sin embargo, recientemente ha aflorado nueva información que sugiere que Diego García juega un rol crucial en las estrategias militares de los Estados Unidos. Casi todo lo que sucede allí ha sido un secreto, lo que ha alimentado especulaciones sobre la naturaleza de estas operaciones.

Logística de bombarderos y aire. Según reportes recientes, ahora tenemos visibilidad a través de imágenes satelitales que indican que el gobierno de los Estados Unidos ha comenzado a incrementar la presencia de bombarderos B-2 Spirit en la isla. Este aumento está relacionado con el aumento de operaciones contra los hutíes en Yemen y con advertencias crecientes hacia Irán. Las imágenes disponibles muestran la presencia de al menos tres bombarderos B-2, junto con siete aviones cisterna KC-135 y un transporte C-17, además de un número inusualmente alto de cargueros y tanques activos en la isla.

Los movimientos de estas aeronaves fueron precedidos por una serie de vuelos que confirmaron comunicaciones aéreas que indicaban la ruta de llegada a Diego García de al menos tres B-2 adicionales, además de otros aviones que se dirigen a la isla desde Whiteman AFB, la base principal de la flota de B-2 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Este despliegue de fuerzas no es común y es visto como un claro mensaje hacia actores específicos en el Medio Oriente.

Contexto estratégico. La elección de Diego García como base de operaciones responde a su conveniente ubicación, que queda fuera del rango de los cohetes balísticos lanzados desde Irán o los hutíes, lo que lo convierte en un lugar seguro para llevar a cabo operaciones prolongadas. Esta isla tiene una importancia aún mayor debido a la presencia de un equipo militar que puede realizar misiones de gran envergadura.

En este contexto, los B-2 son claves para su capacidad de penetrar y desmantelar defensas aéreas densas, utilizando armamento pesado como el GBU-57/B, conocido como el «bunker buster» (destructor de búnkeres), que se considera la bomba convencional más potente diseñada para destruir instalaciones subterráneas. Las operaciones previas en la isla han incluido intervenciones en Afganistán (2001) e Irak (2003), así como ataques recientes contra los hutíes.

Presión sobre Irán. El uso de Diego García como un recurso militar también ha comenzado a ser parte de un discurso más amplio y endurecido acerca de la política estadounidense hacia Irán. La administración Trump ha enfatizado que las acciones del régimen iraní, especialmente aquellas orquestadas por los hutíes, se interpretan como actos de agresión directa hacia la región. Los altos funcionarios del gobierno han dejado claro que cualquier ataque adicional sería respondido con una contundente «gran fuerza», lo que subraya la falta de exclusiones respecto a otras opciones militares.

Según el gobierno estadounidense, la milicia hutí ha logrado avanzar en sus capacidades gracias al apoyo iraní en la producción de cohetes y drones, aunque se reconoce que parte de esta producción es ahora local. A través de esta serie de eventos, se ha llevado a cabo una vigilancia constante sobre la localidad, evidenciando la creciente necesidad de una respuesta adecuada a las amenazas emergentes.

Diplomacia paralela. A pesar del fortalecimiento de la postura militar, Trump ha manifestado su interés en mantener abiertas las líneas de comunicación con Irán y buscar un nuevo acuerdo sobre su programa nuclear. Esto implica un entendimiento que le daría a Irán un plazo de dos meses para comprometerse a una solución.

En medio de esta tensión, figuras de alto perfil del gobierno, como el asesor de seguridad nacional Mike Waltz, argumentan que Irán debe renunciar a cualquier intento de desarrollar armas nucleares. A su vez, la administración ha considerado opciones de ataque selectivo contra el programa nuclear iraní, aunque hasta ahora no se han visto movimientos inminentes en ese sentido.

Efectos en la región. El aumento de la presencia militar se ve complementado por la llegada y uso activo de portaaviones, como el USS Harry S. Truman y el USS Carl Vinson, además de la nueva integración de cazas F-35A. Estas acciones, junto con las restricciones aéreas impuestas sobre áreas cercanas a la base, sugieren que este despliegue militar tiene la intención de ser sostenido durante un período considerable.

A su vez, el uso repetido y significativo de Diego García ha reavivado el debate sobre la necesidad de modernizar la infraestructura de la base para adaptarse a las exigencias contemporáneas. Esta discusión ha cobrado vida especialmente en redes sociales, donde los funcionarios, como Dan Scavino, han compartido imágenes del B-2 que fomentan al público debates y especulaciones.

Lo que está claro es que el aumento de la actividad militar en Diego García tiene un claro objetivo: enviar un mensaje contundente no solo a Irán, sino también a otros actores regionales, subrayando que Estados Unidos está preparado para actuar si es necesario, mientras que se mantiene abierta la posibilidad de la diplomacia.

Imagen | Google, Indopac

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