Unos días antes, comenzó a circular en línea una carta que brinda información sobre la distribución de lluvias ocurridas en los últimos dos meses. Aunque la carta contenía ciertos errores, la representación de la precipitación resultó ser bastante precisa y brindó una imagen clara de la situación climática actual: mientras que Europa Central enfrenta una notable sequía, la península ibérica ha recibido abundantes lluvias que no han cesado.
La situación es tan crítica que incluso Aemet ha reconocido que en muchas partes del país, los suelos están completamente saturados. Esto implica que ya no pueden absorber más agua, haciendo que toda la lluvia que cae fluya directamente hacia los canales. Esta circunstancia ha generado problemas significativos, y se teme que la situación pueda empeorar con el tiempo. No obstante, los modelos meteorológicos sugieren la formación de un nuevo bloque atmosférico en el norte de Europa que podría alterar las condiciones actuales.
¿Se encuentra España en una situación donde falta agua o, más bien, todo lo que cae del cielo está causando estragos en el camino?
¿No estamos exagerando un poco? Después de todo, el agua es agua. Hemos estado quejándonos de la sequía durante años, y ahora que llueve, también expresamos nuestra insatisfacción.
No obstante, las recientes lluvias ya han tenido un impacto directo en el sector agrícola. Es cierto que cultivos como el grano, los viñedos y los olivares están experimentando beneficios, mientras que otros cultivos se encuentran en una situación alarmante. Un claro ejemplo de esto son las sandías y los melones. Similar a lo que sucede con las fresas de Huelva, las intensas precipitaciones han incrementado la humedad en el suelo, lo que a su vez provoca una repentina «proliferación de plagas y enfermedades como el botrytis (un hongo) o el mildiu«, llevando incluso a que las plantas se pudran.
Sin embargo, si nos detenemos a analizar la situación, nos daremos cuenta de que el problema podría ser más profundo, ya que afecta a cultivos que normalmente no reciben tanta atención.
Hablemos sobre los garbanzos. Alrededor del 30% de la producción nacional de garbanzo proviene de Sevilla. Según lo mencionado por el Secretario General de Coag Sevilla en El debate, en este momento, «la planta no puede avanzar y aún está sin sembrar» debido a la acumulación de agua en los campos, lo que hace que la siembra sea imposible.
En términos generales, la producción de garbanzos requiere que permanezcan en el terreno por más de 100 días, y «con suerte, este año alcanzarán apenas 60 días». Esto se traduce en un verdadero desafío, llevando a muchos agricultores a considerar el sembrado de girasoles (lo cual está permitido en algunos márgenes gracias a las regulaciones de la PAC).
¿Qué podemos esperar entonces? Es probable que notemos una cierta escasez de garbanzos españoles en el mes de julio. Esto no necesariamente significa que los precios en general aumentarán (aunque los precios de los productos locales probablemente sí lo hagan, lo cual es inevitable). Lo más probable es que los grandes distribuidores compensen la falta de producción local mediante importaciones de México y Estados Unidos, siempre y cuando la guerra comercial lo permita, claro está.
¿Y si la historia se repite en marzo y abril? La situación se tornaría aún más complicada. La floración de muchos árboles frutales tiene lugar entre abril y mayo. Las frutas cítricas, por ejemplo, no se benefician en absoluto de la humedad excesiva, como ya lo hemos visto en casos anteriores en los que la producción de naranjas se vio afectada debido al exceso de lluvia. Esto pone en duda también la salud de los olivos y otros cultivos. Un nuevo mes de lluvias extraordinarias podría significar un problema serio.
Adicionalmente, esto afectaría al sistema de almacenamiento de agua en su totalidad. Aunque hemos acumulado suficiente capacidad de almacenamiento,tenemos mucho espacio, no estamos habituados a manejar depósitos, canales y tuberías repletas de agua. El resultado final podría ser un desperdicio significativo de recursos hídricos.
Por otro lado, ¿qué pasa si eso no ocurre? Dado que marzo ha sido un mes histórico en términos de precipitaciones, es probable que no tengamos acumulaciones significativas en las últimas semanas. Esto nos obligaría a manejar los cultivos de la mejor manera posible (igual que en el caso de los garbanzos), pero una gran parte del sector agrícola depende de que las condiciones meteorológicas sean estables y que las plantas no «se alteren» en su desarrollo habitual.
No olvidemos que marzo fue el mes más frío en tres años (según la anomalía térmica), lo cual resulta desorientador para la biología de plantas, animales y ecosistemas en general. En resumen, con la llegada de la primavera se inicia un largo camino hacia el verano, y necesitaremos un poco de fortuna si deseamos que lo que podría resultar en una bendición se convierta en un problema.
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En | Tras las lluvias de marzo y con los embalses a su capacidad máxima, se plantea otro debate: ¿quién se beneficia realmente de esta agua?