Utilizamos edulcorantes sin calorías, pero ahora comprendemos por qué no siempre contribuyen a la pérdida de peso.

El azúcar es un componente habitual en nuestra dieta diaria y, a menudo, se encuentra envuelto en debates y controversias relacionadas con la alimentación. El consumo excesivo de azúcar se halla vinculado a una serie de problemas de salud, que pueden ir desde complicaciones dentales hasta un mayor riesgo de desarrollar diabetes. En este contexto, los edulcorantes artificiales han surgido como alternativas para quienes buscan reducir la ingesta de azúcar regular. Sin embargo, aunque estos sustitutos pueden parecer más saludables, también generan su propia serie de controversias y discusiones.

Menos azúcar, más hambriento. Un estudio reciente ha revelado información interesante sobre el impacto de ciertos edulcorantes artificiales en las señales de apetito en el cerebro. De acuerdo con la investigación publicada, el equipo que llevó a cabo el estudio encontró que la sucralosa, un popular edulcorante artificial, produce un efecto de saciedad significativamente menor en comparación con la sacarosa, que es el azúcar de mesa convencional. Esto sugiere que, a pesar de ser más dulce, la sucralosa podría provocar un aumento en la sensación de hambre.

La sucralosa. Se define como un edulcorante artificial que funciona como un disacárido, lo que significa que está compuesto por la unión de dos azúcares simples. Su nivel de dulzura puede ser hasta 600 veces mayor que el de la sacarosa, pero su perfil de absorción en el cuerpo humano es diferente. Es importante destacar que este edulcorante presenta una contribución calórica prácticamente nula al organismo, lo que puede ser un factor que influya de manera significativa en las respuestas biológicas del cuerpo.

Este fenómeno podría ayudar a explicar por qué algunas personas sienten más hambre tras consumir productos endulzados con sucralosa. El cuerpo humano detecta el sabor dulce y, en consecuencia, se prepara para recibir calorías; sin embargo, al no obtenerlas, reacciona con una sensación de energía insuficiente, lo que lleva a un aumento del apetito.

75 participantes. En la investigación participaron un total de 75 individuos, quienes fueron distribuidos en dos sesiones experimentales. Este grupo estaba compuesto por tanto hombres como mujeres, algunos con un peso que se consideraba «saludable» y otros con sobrepeso u obesidad. Durante estas sesiones, los participantes ingirieron tres tipos de bebidas que se prepararon especialmente para el estudio.

Las preparaciones incluyeron una bebida endulzada con sucralosa, otra que contenía azúcar convencional (sacarosa) y una tercera que consistía simplemente en agua. El orden de consumo de cada bebida fue asignado aleatoriamente. Posteriormente, los investigadores analizaron cómo respondían los participantes a cada tipo de bebida. Se realizaron resonancias magnéticas funcionales antes y después de la ingesta, se tomaron muestras de sangre y se les consultó sobre su sensación de hambre tras la experiencia.

Los resultados indicaron que la sucralosa no solo aumentó la sensación de hambre, sino que también activó áreas específicas del hipotálamo, mostrando un efecto más evidente entre los participantes con obesidad. Asimismo, el equipo de investigación observó que ocurrían cambios en la forma en que el hipotálamo se comunicaba con otras regiones del cerebro. Los detalles de este estudio fueron publicados en un artículo en la revista Metabolismo natural.

Viejos conocidos. Una de las claves para entender estos resultados podría estar relacionada con las hormonas que nuestro organismo libera al alimentarse, como la insulina y el GLP-1 (péptido similar al glucagón 1). Esta última hormona, producida en el estómago tras la ingestión de alimentos, juega un papel importante al señalar al páncreas que debe producir insulina para procesar la glucosa obtenida. Además, transmite al cerebro que hemos ingerido suficiente alimento y que estamos saciados.

«El cuerpo utiliza estas hormonas para comunicar al cerebro que hemos consumido calorías y que, por lo tanto, debemos reducir la sensación de hambre», explicó en un comunicado de prensa Kathleen Alanna Page, coautora del estudio. «La sucralosa no generó esta respuesta, y las discrepancias en los niveles hormonales entre el azúcar y la sucralosa fueron más pronunciadas en los participantes con antecedentes de obesidad».

Examinar mucho. El equipo de investigación ha señalado que aún quedan preguntas por resolver en este contexto. Una cuestión fundamental es cómo afecta el consumo de sucralosa a la actividad cerebral de los individuos a lo largo del tiempo. Para responder a esto, serán necesarios estudios longitudinales que evalúen también el peso y el comportamiento alimentario de los sujetos a lo largo del tiempo.

Asimismo, se plantean interrogantes sobre cómo otros factores, como el género, podrían influir en los resultados. En la investigación, la actividad cerebral de las participantes femeninas mostró una mayor variabilidad en comparación con sus homólogos masculinos, sugiriendo que podría haber diferencias significativas que no se han explorado completamente en estudios previos.

En | Algunos investigadores han analizado los efectos de las bebidas que contienen azúcar en la salud mundial. Trajiste tus manos a la cabeza.

Imagen | Faran Raufi