Llevamos años buscando alergias tras la curación definitiva y todavía no hemos solucionado el gran problema: compréndalo.

El final de la lluvia y la llegada del buen clima traen consigo un aspecto menos favorable para muchos: las alergias. La primavera, especialmente durante los meses de mayo y junio, introduce la Proliferación de polen, que es uno de los alérgenos más significativos y la causa principal de los estornudos en esta época del año. Durante estos meses, las personas que padecen de alergias suelen enfrentarse a síntomas molestos y a un deterioro en su calidad de vida.

Las alergias estacionales son un fenómeno común, y el tipo más frecuente que se presenta en esta temporada necesita ser tratado específicamente. Uno de los tratamientos más comunes son los Antihistamínicos, medicamentos diseñados para bloquear los efectos de la histamina, un neurotransmisor que también desempeña un rol clave en el sistema inmunológico. Es esencial recordar que las alergias son, en esencia, una respuesta del sistema inmune a sustancias externas que se interpretan como peligrosas, aunque en realidad no lo son.

Los antihistamínicos son de gran valor en el tratamiento sintomático de las alergias. Sin embargo, es crucial señalar que estos medicamentos no curan realmente el trastorno. Actualmente, no contamos con un remedio definitivo para las alergias, pero existen algunas rutas que nos ofrecen esperanza. A través de los años, los investigadores han estado buscando soluciones más efectivas, y los avances en este campo son esperanzadores.

Cuando se habla sobre el tratamiento de las alergias, una de las primeras estrategias que vienen a la mente son las vacunas. Actualmente, las vacunas para alergias se conocen como inyecciones de inmunoterapia, y su lógica es similar a la de las vacunas convencionales: consisten en la administración de una pequeña cantidad de la sustancia que desencadena la alergia, lo que permite que el sistema inmunológico se adapte sin desencadenar una reacción alérgica severa. Si bien estos tratamientos son útiles en muchos casos, requieren inyecciones regulares para mejorar la capacidad de respuesta del sistema inmune, lo que puede ser un inconveniente para algunos pacientes.

La esperanza en el tratamiento de alergias ha aumentado gracias a la investigación de nuevas terapias. Hace casi diez años, se comenzaron a explorar diversas líneas de investigación enfocadas en una posible cura para las alergias. Entre estas nuevas vías, se encuentran las «terapias biológicas», tratamientos que se centran en los anticuerpos, las proteínas que nuestro cuerpo produce cuando identifica sustancias que considera dañinas.

Actualmente, este tipo de tratamientos son una de las grandes esperanzas en la búsqueda de una cura. Un ejemplo destacado de este enfoque es Omalizumab, un medicamento originalmente desarrollado para tratar el asma y aprobado en Estados Unidos hace más de dos décadas. Su eficacia ha sido respaldada por numerosos estudios en los últimos años, confirmando así su valía en el tratamiento de afecciones alérgicas.

Un ejemplo reciente se encuentra en un estudio publicado en 2022 en la revista Alergia clínica y traslacional. En este análisis, el equipo de investigación descubrió que Omalizumab es efectivo en la prevención de la rinitis alérgica primaveral, abriendo nuevas posibilidades para quienes padecen de alergias estacionales.

Entender el problema

Para comprender el progreso realizado en el tratamiento de las alergias, es fundamental entender la complejidad del problema. El fondo de la situación es sencillo: no entendemos las alergias lo suficientemente bien como para hallar una solución definitiva.

Aún existe una laguna de conocimiento sobre por qué ciertas personas sufren de alergias específicas, mientras que otras tienen reacciones diferentes o incluso carecen de problemas alérgicos. Además, no se conoce con claridad por qué algunas alergias son permanentes, ya que, en general, los anticuerpos relacionados con las alergias no suelen permanecer en el organismo por mucho tiempo.

Recientemente, dos estudios publicados en la revista Ciencia médica traslacional han comenzado a ofrecer luz sobre esta cuestión, sugiriendo que la causa del fenómeno podría residir en un anticuerpo poco relacionado con las alergias, la inmunoglobulina (IgG), y las células que la producen.

Los investigadores han descubierto que algunas células responsables de la producción de IgG también generan inmunoglobulina E, la cual está directamente asociada con la respuesta alérgica cuando entra en contacto con alérgenos. Por lo tanto, el entendimiento de la «memoria» alérgica podría residir en estas células que producen IgG.

No obstante, las proyecciones actuales apuntan a que el problema de las alergias podría estar empeorando. Es evidente que cada vez más personas sufren de estas condiciones. Existen múltiples factores, ya sean individuales o combinados, que pueden estar detrás del crecimiento acelerado en la incidencia de alergias a escala global.

Una de las teorías que se discuten es la «hipótesis de la higiene». Según esta idea, debido a que nuestro sistema inmunológico es «entrenado» por la exposición a diversas sustancias en el entorno, la falta de esos agentes en las etapas tempranas de la vida podría llevar a que nuestro sistema no considere ciertas condiciones como normales, generando reacciones desproporcionadas en etapas posteriores.

Del mismo modo, debemos considerar el impacto de contaminantes en la atmósfera, que también pueden influir en nuestro sistema respiratorio, exacerbando los efectos de los alérgenos convencionales y complicando aún más la situación para aquellos que ya sufren de alergias.

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