
La historia ocurrió en Febrero de 2021, cuando una tormenta de invierno histórica azotó una vasta región del estado de Texas, provocando la última gran falla en el suministro eléctrico. Desde el 13 hasta el 17 de ese mes, se registraron temperaturas extremas y condiciones climáticas severas que afectaron a más de 4.5 millones de hogares y negocios, dejándolos sin electricidad durante varios días. Este evento ha sido catalogado como una de las fallas energéticas más serias en la historia moderna de los Estados Unidos, lo que llevó a las autoridades políticas a señalar a los «culpables».
La imagen contemporánea del viento. Como hemos mencionado, Texas experimentó una de las crisis energéticas más significativas en su historia reciente durante febrero de 2021, cuando una tormenta de invierno paralizó gran parte del estado. Esto resultó no solo en masivos cortes de electricidad, sino también en numerosas muertes y condiciones extremas que afectaron la vida de millones de personas.
En medio de esta crisis, el gobernador Greg Abbott apareció en la televisión nacional, específicamente en el programa Sean Hannity de Fox News, donde intentó culpar al colapso de las energías renovables, particularmente a la energía eólica. En su intervención, argumentó que el incidente subrayó la necesidad continua de combustibles fósiles, afirmación que fue reiterada por otros líderes y medios conservadores. Sin embargo, esta acusación fue falsamente fundamentada, ya que los datos indican que la principal causa del colapso fue el gas natural y no la energía eólica.
La red de Texas y su fragilidad. Texas tiene una red eléctrica única conocida como Ercot (Consejo de Confiabilidad Eléctrica de Texas), que funciona en gran medida de manera independiente del resto de la Red Nacional. Esta separación, que se diseñó para evitar la intervención del gobierno federal, dificulta que el estado obtenga energía de fuentes externas en caso de emergencia. Así, cuando las temperaturas se desplomaron en febrero de 2021, muchas plantas eléctricas, particularmente aquellas alimentadas por gas natural, no estaban preparadas para operar en condiciones de congelación.
Las tuberías se congelaron y las válvulas fallaron, lo que llevó al colapso de sistemas críticos en el momento en que más se necesitaba energía. Aunque algunas turbinas eólicas también se congelaron, su contribución al suministro eléctrico era relativamente pequeña: aproximadamente el 7% de la producción planeada para esa temporada, según los cálculos. La mayoría de los cortes de energía provenían de plantas térmicas y nucleares que se vieron afectadas por la falta de combustible o por problemas técnicos resultantes del frío extremo.
Política en un fracaso de poder. A pesar de la evidencia concluyente, la narrativa que rápidamente ganó tracción en el ámbito conservador era que la crisis había sido ocasionada por la transición hacia la energía limpia. Desde Fox News hasta el Wall Street Journal, diversas voces se unieron para ridiculizar las energías renovables, tildándolas de «no confiables» y pidiendo un regreso a la energía basada en carbón. Esto desencadenó una renovada campaña ideológica contra las políticas ambientales, focalizándose en el New Deal verde que había sido impulsado por ciertos legisladores demócratas.
Se compartieron hasta imágenes manipuladas, como una fotografía de turbinas congeladas que, supuestamente, provenían de Texas, pero que en realidad eran de Suecia, tomadas años atrás durante una prueba de descongelación. Redes sociales, medios y figuras políticas como la eurodiputada Lauren Bobert y el senador Mike Thompson diseminaron sin escrúpulos argumentos engañosos, responsabilizando a la energía eólica y solar por los apagones y reforzando una retórica que ya había sido desacreditada mucho antes del incidente.
La reacción de los expertos. Numerosos investigadores y especialistas en sistemas eléctricos desmintieron la narrativa oficial que estaban promoviendo el gobernador y otros líderes políticos. Jesse Jenkins, ingeniero del sistema de energía de Princeton, resumió la situación con una frase contundente: «Todas las fuentes de generación fueron golpeadas».
En efecto, las congelaciones afectaron no solo al gas y al carbón, sino también a las plantas nucleares y renovables. El problema no residía en una tecnología particular, sino en la falta de preparación de la infraestructura para enfrentar condiciones climáticas extremas. Leah Stokes, politóloga de la Universidad de California en Santa Bárbara, subrayó la ironía de que los mismos combustibles fósiles que alimentan el cambio climático fueron precisamente los que fallaron en un contexto climático cada vez más frecuente.
Bajo este prisma, el verdadero desafío que enfrentaba el sistema no era la implementación de energías renovables, sino el mantenimiento de un modelo de red obsoleto, que carece de resiliencia y que parece más orientado a la eficiencia económica que a las necesidades climáticas.
Cambio climático como fondo. Además, esta crisis se produjo justo al inicio de la presidencia de Joe Biden, quien había firmado sus primeros decretos ejecutivos sobre temas climáticos, volviendo a introducir a Estados Unidos en el Acuerdo de París y cancelando el proyecto de la tubería Keystone XL.
En este contexto, el apagón en Texas se convirtió en un campo de batalla discursivo entre quienes abogaban por mayores inversiones en energía limpia y resiliencia, y aquellos que defendían el uso continuado y ampliado de combustibles fósiles. Biden había dejado claro que su visión implicaba modernizar la infraestructura energética del país, generando trabajos «verdes» y reduciendo las emisiones con el objetivo de alcanzar un saldo de cero en 2050; sin embargo, la tormenta sirvió a sus opositores como un modo de desacreditar dicha agenda.
Sistema roto. El apagón de Texas en 2021 fue una significativa advertencia sobre las debilidades de un sistema energético incapaz de adaptarse a los desafíos climáticos del siglo XXI. Mientras que las autoridades competentes luchaban con la crisis, millones de personas quedaron a merced de la falta de calefacción; hospitales se vieron obligados a operar con generadores de emergencia, y ciudadanos como el diputado estatal Brandon Woodard, desde Kansas, criticaron la falta de preparación ante interrupciones que se volverían un nuevo estándar.
Si se desea ver con profundidad, el evento ha dejado un mensaje claro: la confiabilidad no depende del tipo de energía utilizada, sino de un sistema integrado, resistente y modernizado que combine diversas tecnologías, así como almacenamiento, conexiones adecuadas y preparación para enfrentarse a fenómenos climáticos extremos que son cada vez más comunes. En Texas, cargar la culpa sobre la energía eólica fue una distracción peligrosa y conveniente. Como casi siempre sucede, el verdadero enemigo no fue la fuente renovable, sino la negligencia en la infraestructura.
Imagen | OLLA
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