El 30 de marzo de 2025 fue un antes y un después en la vida de Johanna Obando, 44 años, trabajadora social del Hospital Nacional de Niños, esposa y madre de 3 hijos.
Esa mañana todo parecía rutinario, una cita para una mamografía programada para las 6:00 a.m., antes de entrar a su jornada laboral. Sin embargo, el destino tenía otros planes.
“Después de la mamografía me dijeron que no me cambiara, que saliera, que me iban a hacer una ecografía. Y yo me dije, ¿cuándo? Y me dijeron: ‘para ya’”, recordó.
Un examen de rutina se convirtió en una cadena de procedimientos médicos que culminaron con una biopsia inmediata.
El comienzo inesperado de una pelea
Ese día Johanna sintió por primera vez que algo no andaba bien.
«La doctora me dice que la pelota se veía muy fea. Se ve muy fea, me dijo.»
Ese comentario fue el primer golpe emocional de un proceso que la pondría a prueba física y mentalmente. El diagnóstico llegó semanas después: cáncer de mama.
“Me dijeron que sí, es cáncer, pero todavía no sabían el nombre del cáncer. Entonces, lo que necesitaban era poder atacarlo… me voy a morir, eso fue lo primero que pensé cuando me dijeron cáncer, pero después con la mente fría pude pensar que si ya estamos en otra era, hay más equipos, más medicinas, entonces un poquito de poder explicar todo es parte”, dijo Johan.
El proceso se extendió entre análisis, derivaciones y espera. Tiempo después fue trasladada al Hospital San Juan de Dios para iniciar quimioterapia.
“Terminé la quimioterapia el 2 de septiembre y ahorita voy a operarme. Hace poco me llamaron del Carit para la evaluación prequirúrgica, estoy esperando que me llamen para operarme, qué sigue”, dijo sobre su proceso.
La familia como motor y refugio
Desde el primer día, Johanna no estuvo sola, su esposo Randall y sus hijos, Valeria (22), Marvin (19) y Allison (10) fueron el apoyo emocional que la impulsó a seguir adelante.
«El apoyo ha sido incondicional. Mi familia, mis hijos, mi esposo siempre han estado ahí. Mis padres, mis hermanos, mis compañeros de trabajo, los vecinos. Ha sido una red de apoyo maravillosa, que es sumamente importante en esto… Lo que me saca a mí son mis hijos, mi familia. Saber que ellos están ahí y que debemos continuar». Esta vida es tan hermosa, hay que seguir luchando.”, expresó.
“Como me dijo una amiga, se cosecha lo que se siembra”, dijo sobre el acompañamiento que se ha convertido en un recordatorio constante de amor y esperanza.
Su hija mayor, Valeria Rivera, también admite cuánto les ha cambiado este proceso.
«Ha sido diferente, no es algo que uno espera, entonces es salir de la rutina y empezar a ser un poco más maduro, más que mis hermanos menores, entonces es verlo de cierta manera para que no sean malos, pero también nos ha unido más», dijo el joven universitario.
Los días posteriores a la quimioterapia suelen ser los más duros, el cuerpo se debilita, la comida pierde su sabor y el espíritu se pone a prueba, pero ella insiste en que lo que la mantiene viva son sus hijos.
En medio de los tratamientos, Johanna también tuvo que afrontar un cambio en su vida laboral y aprendió a aceptar las pausas que presenta la vida.
«Soy trabajadora social en el Hospital de Niños y al principio fue difícil para mí. Sentí que había dejado mi trabajo. Pero tengo que entender que todo va paso a paso. No es cuando yo quiero, sino cuando Dios quiere».
«En esta vida hay que tomar descansos. Simplemente acepté que Dios me estaba diciendo que ‘parara’, y ahorita tal vez no tenga la respuesta, pero sé que en algún momento él me va a decir por qué tuve que parar», agregó Obando.
Aprende a ver la vida con otros ojos
El cáncer no sólo cambió su cuerpo, sino también su forma de ver el mundo. Johanna confiesa que tras el diagnóstico empezó a notar cosas que antes le habían pasado desapercibidas.
«En el Paseo Colón hay estos árboles amarillos, todo el Paseo está rodeado de esos árboles. Llevo 18 años allí y nunca los he visto… Creo que te cambia la vida. Empiezas a valorar las pequeñas cosas, a disfrutar lo mínimo que hay».
Esa reflexión la llevó a apreciar los más mínimos detalles de la vida: el color de los árboles, una conversación amistosa, una comida compartida.
«Quiero que todo sea como ayer, pero hay que tener paciencia. No soy sólo yo con este diagnóstico, hay muchos que están en la misma situación. La paciencia es lo más importante», reflexionó sobre esta lección clave que le dejó todo el proceso.
Hoy, mientras espera su operación, Johanna se siente preparada.
«Voy con todo mi positivismo, con fe en Dios que todo saldrá bien y que estaré bien… El positivismo es la parte importante de todo esto. Si nos quedamos en el ‘pobre de mí’, será más difícil», afirmó.
Un mensaje de vida y prevención
Johanna sabe que su testimonio puede ayudar a otras mujeres, por eso insiste en la importancia de la detección temprana.
«Muy importante: hazte el examen, el autoexamen, ecografías, mamografías. Conoce tu cuerpo… Si no hubiera estado esa cita, el tratamiento podría haber sido más invasivo, más doloroso. Lo importante es detectar todo a tiempo», dijo, enfatizando cómo un examen puede marcar la diferencia.
«A los que están en el proceso: valientes, sigan. Esto se logra con paciencia, perseverancia y fe en Dios. Hay días malos, y es válido llorar, pero siempre con el positivismo de que podemos estar sanos», concluyó.
Johanna Obando continúa su batalla con tranquilidad, rodeada del amor de sus familiares y amigos, con la confianza de que cada etapa la acerca un poco más a la meta de decir finalmente que ha logrado superar el cáncer de mama.
