los megaincendios que crean su propio tiempo – Diario cr

«No son apagables», decía hace unos meses Inazio Martínez de Arano, director de la Oficina Regional del Mediterráneo del Instituto Forestal Europeo. Los incendios de sexta generación «no se pueden sofocar hasta que cambien las condiciones meteorológicas». Y por eso se han convertido en una de las maldiciones del mundo moderno.

No obstante, y pese a ser algo central para el futuro de España, se trata de un concepto raro y difícil de entender. Vamos a desentrañarlo.

Qué es un incendio de sexta generación

Marcus Kauffman

Se trata de incendios extremos cuya intensidad es suficiente para acoplarse a la atmósfera y generar su «propia meteorología»; es decir, la enorme cantidad de energía que liberan tiene la capacidad de crear sus propias condiciones meteorológicas. Es importante entender que no se trata de una cuestión de tamaño, sino de una cuestión de comportamiento (e interacción entre el fuego y la atmósfera circundante).

Hay que tener en mente que no se tratan de algo distinto a un incendio forestal: sencillamente, es una evolución de los mismos que hasta ahora no habíamos visto surgir. Sin embargo, ese salto evolutivo no es algo menor

Hablamos de un tipo de estructuras descomunales son extremadamente agresivas e incontrolables. Al fin y al cabo, actualmente, nuestra capacidad para modelizarlas (y, saber, por ejemplo, hacia donde se mueve y se moverá el viento dentro de ellas) es muy rudimentaria.

En este sentido, son casi con total seguridad el fenómeno forestal que más interés y preocupación despierta. En un contexto marcado por las buenas noticias (España se ha convertido en el tercer país más boscoso de Europa), los incendios de sexta generación amenazan con desbordar nuestras capacidades de extinción de manera recurrente. 

Causas y características de los incendios de sexta generación

Filippos Sdralias

En términos generales, podemos hablar de tres grandes causas que, al combinarse, facilitan este tipo de incendios de sexta generación:

  • Condiciones meteorológicas extremas: Aunque llevamos años hablando de las consecuencias del cambio climático, no siempre somos conscientes de que el problema no está solo en el clima hacia el que vamos, sino en el camino que nos lleva allí. Los cambios de clima hacen que los ecosistemas pierdan la capacidad para regularse y cosas como las olas de calor demasiado prolongadas, la sequedad del terreno, la abundancia de material de combustión o los vientos anormalmente fuertes crean entornos propicios para este tipo de eventos.
  • Abandono rural y falta de gestión forestal. Lo hemos explicado con detalle, la superficie forestal y boscosa de España no ha dejado de crecer en las últimas décadas. Las dos claves son las políticas de reforestación y la despoblación rural (que conllevó un repliegue de la actividad productiva humana). SIn embargo, la gestión forestal no ha ido de la mano de ese crecimiento de superficie. Y no lo ha hecho, porque no es fácil: casi dos tercios de los montes son privados y sin gestión activa. Así, el crecimiento boscoso no se debe de entender como «bosque maduro diversa y ecológicamente sostenible»; sino como biomasa densa, descontrolada; masas forestales monoespecíficas (mal gestionadas) y ningún tipo de medidas que limiten la continuidad horizontal y vertical.
  • Vulnerabilidad del paisaje. Esto último es clave: porque no solo es la orografía y las problemáticas que ya de por sí genera el terreno. Hablamos también del diseño del paisaje: la dimensión habitual de los incendios a los que nos enfrentábamos era mucho más reducida que los de sexta generación. Eso convertía a los cortafuegos (naturales o no) y a otras infraestructuras en sistemas baratos y efectivos. Ya no. Un urbanismo mal articulado, un campo abandonado y unos usos forestales cada vez más reducidos hacen que los paisajes no estén preparados para el golpe de formaciones de este tipo.

Y sobre esas causas, emergen monstruos con características muy concretas

  • Muy alta intensidad. 
  • Muy alta velocidad de propagación. 
  • Proyección de pavesas a larga distancia que saltan los cortafuegos. 
  • Simultaneidad de focos. 
  • Comportamiento impredecible.

La clave de bóveda es la alteración del clima local que hace la extinción casi imposible y genera unos daños (económicos, ecológicos y humanos) potenciales mucho más grandes de lo que podíamos imaginar. 

En qué se diferencian los incendios de sexta generación de otros incendios

Intricate Explorer

El término ‘generaciones’ se refiere a una clasificación evolutiva que, pese a no ser única ni está universalmente estandarizada, pretende describir los ‘puntos de inflexión’ que se pueden encontrar los incendios forestales en su desarrollo. 

A priori, podríamos pensar que todo incendio tiene un crecimiento progresivo y que, por tanto, enfrentarse a ellos requiere hacer lo mismo a mayor o menor escala. Pero eso no es cierto y la clasificación de ‘generaciones’ trata de resumir los cambios fundamentales en el comportamiento del fuego mientras crece (y, por tanto, la necesidad de estrategias de extinción diferentes).

  •  1ª generación: Son incendios en los que el principal desafío es la continuidad del combustible: si el material se acaba, ya sea por cuestiones de ordenación (tierras de cultivo, carreteras, ríos, pastos) o por la intervención de los equipos de extinción, el incendio se apaga.
  • 2ª generación: en este tipo de incendios el principal problema es la velocidad de propagación. Cuando las condiciones de terreno no rompen de forma natural la continuidad del material combustible (en tiempos modernos, por el abandono rural y la ‘recolonización desestructurada’ de vegetación), el mayor problema que se encuentran los equipos de extinción es que el fuego va demasiado rápido.
  • 3ª generación: aquí el principal reto de los bomberos es la intensidad del frente. Se trata de estructuras muy intensas que generan grandes columnas convectivas y eso hace ineficaces algunas técnicas de extinción. Antes esa virulencia, el problema ya no es ser más rápidos que el frente, sino ser capaces de controlarlo una vez que lleguemos.
  • 4ª generación: Cuando sigue la evolución del fuego, el problema empieza a ser la afectación directa de zonas habitables. El sumar estructuras urbanas hace que el comportamiento del fuego cambio, pero también que su gestión sea mucho más compleja (teniendo que incluir elementos de protección civil y de otro tipo).
  • 5ª generación: Cuando hablamos de los incendios de quinta generación, hablamos de incendios que se comportan como si fueran más de uno. A efectos de extinción, no nos enfrentamos a un solo incendios sino a múltiples focos simultáneos que se propagan a gran escala. 
  • 6ª genración: A esa hidra de mil cabezas que son los incendios de quinta, hay que sumar la creación de un microclima propio. Son, como digo, incendios tan grandes que se vuelven (con los actuales medios de extinción) en insofocables.

En definitiva, lo que diferencia a los incendios de sexta del resto es su gravedad y la complejidad técnica que conlleva su manejo. 

Cómo han evolucionado los incendios en los últimos años

Malachi Brooks

El asunto central aquí no es que los incendios hayan evolucionado hacia nada. La terminología, a veces, se usa de forma algo confusa. El asunto central es que las condiciones materiales en Europa (y, por extensión, en España) han cambiado, facilitando que los incendios crezcan como antes no podían crecer. 

Y es una cuestión climática, claro: hay más días con altísimo riesgo de incendio, temporadas de incendio más largas y mayor probabilidad de episodios extremos. Según el conserocio científico World Weather Attribution, «el cambio climático hizo 40 veces más probable el riesgo de incendios este verano» de 2025 en la península. No es raro que se hayan quemado más de un millón de hectáreas antes de acabar la campaña; con España y Portugal en el epicentro del problema.  

Pero, como digo, no es solo una cuestión climática. Como podemos ver más arriba, desde los incendios de cuarta generación, el problema fundamental somos nosotros: la interacción entre ellos y el urbanismo. Si cada vez hay incendios más grandes, se debe (en parte) a que no nos estamos preparando para contenerlos desde la fase de prevención, cuando es mucho más fácil.

Por qué los megaincendios son cada vez más frecuentes

Como decíamos, la combinación del cambio climático (olas de calor más largas e intensas, sequías, desertificación, etc…) y los cambio de usos del suelo (abandono rural, caída de la actividad agro-ganadera, desaparición de explotaciones forestales, gestión insuficiente, etc…) crea condiciones idóneas para incendios de alta intensidad. 

No se trata, de todas formas, de un «maldición divina»: se trata de que no hemos sido capaces de encontrar soluciones ante el repliegue de la actividad humana en el medio rural y eso ha acabando generando un problema enorme. 

Se trata, además, de que nuestra capacidad para extinguir fuegos tiene limitaciones tecnológicas, sociales y económicas. En el caso de estos incendios de sexta generación, esas capacidades están seriamente sobrepasadas. Así, cada vez que se forma un megaincendio (y cada vez más probable), los daños son enormes

Por qué los incendios son más difíciles de extinguir que hace décadas

Porque el mundo ha cambiado mucho en las últimas décadas. Y sí, eso hace que los incendios forestales son más difíciles de extinguir que hace años. Hay un puñado de elementos que (combinados) dan lugar a incendios más intensos, rápidos y erráticos: incendios que superan con mucho la capacidad de extinción convencional. 

Y para ello no hace falta ni que sean de sexta generación. 

Hablamos de una larguísima serie de factores interrelacionados que van desde el cambio climático y los problemas edafológicos crónicos a la acumulación de combustible en los bosques y al abandono rural. Repasemos los más importnates:

  • El cambio climático: evidentemente, se trata de un factor determinante por aumentar la probabilidad de temperaturas más altas, sequías más prolongadas, fenómenos meteorológicos extremos (que hacen la propagación de los incendios menos modelizable) y mete a los pirocúmulos en escena. 
  • Acumulación de combustible: la falta de una gestión forestal adecuada puede llevar a una acumulación de material combustible en los terrenos forestales. Una primavera lluviosa puede generar mucho crecimiento vegetal que luego, al secarse, convierta la zona en un «polvorín».
  • Abandono de las zonas rurales y cambios en los usos del suelo. Es algo que hay que sumar a la falta de gestión: porque la despoblación y el abandono de los campos y montes han provocado una falta de mantenimiento tradicional (que incluye el pastoreo y la industria maderera).
  • Comportamiento extremo del fuego: es decir, la aparición de incendios de quinta y sexta generación (más virulentos, más intensos y más difíciles de apagar) hace que sofocar ciertas situaciones sea un imposible.

Cuánto dura un incendio de sexta generación

Mike Newbry

Literalmente, lo que ellos quieren. Porque lo cierto es que este tipo de incendios no tiene una duración fija o promedio: al tratarse de incendios virtualmente imposibles de apagar con métodos convencionales, una vez que se desatan hay que gestionar la situación hasta que se desarrollan condiciones meteorológicas desfavorables y vuelve a una fase más limitada. 

Cuando hablamos de estos monstruos, solo hay una certeza: arden de forma virulenta y rápida mientras las condiciones les son favorables, pudiendo durar días o semanas si nada facilita su control.

Imagen | Marc Szeglat

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